Es una pasada. Grande y con un jardín enorme.
Allí las puertas son de cristal, además, todo el mundo pone un adorno de ese estilo, que son típicos de la zona...
Sara también quería uno, pero yo prefería dejarle un trocito de mi en cada parte de la casa... ¡Y qué mejor que en la puerta de entrada!
Compramos el circulo de mimbre y las flores por separado. También un lazo para colgarlo y unas graciosas mariquitas y mariposas.
Quedo muy coqueto, y un detalle imprtante... ¡Es único! Seguro que no coincide con ningún vecino en el adorno.
Paseando por el pueblo, en una tienda de artesanías vimos un centro divino, pero las flores que tenían no nos convencían demasiado.
Así qué, sierra en mano, salimos al jardín Carmen, la mamá de Miguel, y yo.
Cortamos las ramas, compramos las flores que más nos gustaron y salio esto:
Atamos los palos con unos lazos y unos hilos de alambre.
Finalmente, puesto sobre la mesa del salón quedó genial. Los colores daban luz y claridad a la estancia. Y por supuesto, quedamos encantados con el resultado.
¿Para qué comprar cabeceros de la cama? Luego te cansas de ellos, por no hablar de que ¡hay que limpiarles el polvo!
Estos, con una capa de pintura y un toque mágico de pincel, puedes cambiarlos al gusto cuando tú quieras.
Seguro que así no añoran tanto el calor de casa.
Desde que se han ido, han procurado todos los días mantener el contacto con nosotros por vías telefónicas o Internet, y aun que les echamos mucho de menos, esperamos que aprovechen al máximo esta nueva experiencia de la vida, que disfruten de Alemania.
Estás son las vistas que tienen desde su ventana...
Que este arcoiris ilumine cada día que estén allí.