Hoy os traigo una sorpresita.
Mi hija se casó este verano y mi hermana, mi cuñado y mi sobrina le hicieron un regalo muy, muy especial, a la par que original.
¿Llevo razón, no? Es una tarta completamente llena de gominolas y chuches de colores.
Forraron con papel de plata unos trozos de corchopan (poliespan) y con palillos, chuches y paciencia lograron que esos trozos de poliespan se volvieran una maravilla dulce y apetitosa.
Tardaron cuatro horas y en total pusieron unos 900 palitos y aproximadamente unas 2000 gominolas, contando que algunos palillos llebaban tres moritas o gominolas chiquitinas de colores y otras más grandes.
Finalmente, la guinda de esta locura fue una figura muy especial de marmolina, pintada a pincel seco con acrílicas. Al final le di una capa con barniz mate. Lleva una pátina azul y una base de madera:
Lo mejor, después de las horas de pinchar y pinchar chuches, fue la carita que pusieron cuando aparecieron con la tarta, no solo mi hija, la cual disfrutó al máximo de sus chuches, si no de los demás invitados, desde los más peques hasta el más mayor, a toooooooooodo el mundo le chifló la sorpresa.
Como anécdota final, contaré que mis otros sobrinos, le pidieron a su tía que para sus cumpleaños realizara una para ellos, ya que no tenian ningún pensamiento de boda en mente.
Al final, en Navidades, mi hermana le sorprendió con una versión reducida de la tarta a mi sobrino.
Debería estar divina, por que Álvaro, al que le hizo la tarta, ¡no nos dejó meter mano!